martes, mayo 22, 2007

Fumar: ¿placer o suicidio?

Tengo varios años fumando, antes de 2000 era insignificante la cantidad de cigarrillos al mes, después de ese año se fue incrementando.

Esporádicamente me fumaba 1 cajetilla cuando eventualmente me quedaba hasta tarde en el trabajo. En el último año se hizo casi una norma... en el transcurso del día. El tabaco es sumamente grato cuando se está acostumbrado, intentar dejarlo puede representar una experiencia de verdadera pesadilla (lo se por tantos objetivos de año nuevo fracasados). ¿Cómo es que se hace uno tan endiabladamente adicto? por atascarse de naranjas al día, durante varios años, dudo que nos hagamos adictos a las naranjas.

Algo pasa en la química del tabaco... algo verdaderamente diabólico.

Aún atrapado por el cigarrillo sabe uno que puede ser mortal, no voy a hacer un repaso de los problemas que se pueden venir encima, pero lo que seguramente muchos hemos experimentado es un cansancio inusual y una dificultad respiratoria, vaya, hasta para carcajearnos podríamos terminar envueltos en una nube de tos. ¿Lo mejor es mantenerse estoico y negarse a la risa?

El pasado viernes 4 de este mes, en el trabajo, andaba con un poco de tos. Según yo la gripa ya estaba prácticamente finiquitada y un cigarrito no significaba nada. Mi imprudencia tuvo un costo.

Ya sabemos, los primeros dos jalones son por default, simplemente para que "agarre" la flama, el tercero ya es el de inicio; pero al momento de darlo tuve un sorpresivo y violento acceso de tos. Fue instantáneo, tosía, tosía y mis pulmones no alcanzaban a jalar aire fresco. Sentí cómo mis pulmones se quedaron prácticamente vacíos, casi comprimidas sus paredes internas, una contra la otra.

Rápidamente salí corriendo a la terraza. Recargado en una pequeña barda pensé que enseguida me restablecería pero una última violenta y larga bocanada expulsada dio salida a una expiración de aire espeso, olía a humo de cigarro de muchos meses. La entrada de aire nuevo no se daba, sentía que me asfixiaba, sentía que no alcanzaría a ver más a mi familia: Sara Luz, mis papás, mis hermanos, mis sobrinos, todos ellos pasaron rápidamente por mi cabeza. Ahora quien me diga que estas imágenes transcurren en momentos críticos no se lo pondré jamás a discusión, lo viví y se que es cierto.



Por primera vez en mi vida tuve miedo, un miedo que me hizo sentirme muy pequeño, insignificante, un miedo depositado en mi piel, en mi estómago, en mi mente. Un miedo a morir cuando nunca se piensa en la posibilidad de desaparecer.

En cuclillas sostenido en una pared, mirando el gris concreto del suelo, era tan desesperada mi situación que me estaba resignando mientras un par de lágrimas -lo único que sentía- corrían por mis mejillas. Cuando ya no lo esperaba, mis pulmones jalaron intempestivamente la vida.

El Puente

Hace muchos años, siendo adolescentes que vivían en la casa de sus papás, caminábamos a comprar las tortillas mi hermano Andrés y yo, en extraña conversación sobre la muerte (creo por el suicidio de un primo nuestro y en referencia a éste), me decía:
"Por un momento, imagínate en una situación tal que ya no esperas nada de la vida, imagínate parado en la orilla de un puente escogiendo desesperado el momento preciso para terminar de una vez por todas. En el instante en que te arrojas al vacío baja un ángel que te toma de los brazos y te hala a un lugar seguro; en ese momento, con voz mágica, suave, confortante, la más hermosa que nunca antes hubieras escuchado, te dice: 'Carlos, esta no es tu hora, tienes una segunda oportunidad'."
Terminó diciendo:
¿"Qué haríamos nosotros si de pronto, ante algún problema grave en nuestras vidas, cuando ya todo estuviera perdido, sin aparente explicación alguna que lo justificara, tuviéramos una segunda oportunidad"?
En aquel momento, hace muchos años, sentí de pronto el impacto de una especie de energía renovadora.

Desde el 5 de mayo de este año no he probado un cigarro: no se irá al vacío mi segunda oportunidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno cabron, ya sabía yo que algo así te había pasado, pero no te había preguntado, es la unica explicación que conozco de que un cabronneciofumador como tu deje repentinamente el cigarro.
Felicidades por dejarlo y por este texto de verdad puede motivar a cualquiera a dejarlo o por lo menos para reflexionar sobre la gran estupidez de fumar.
Deseo que no claudiques en tu intención, yo mientras me ire a echar un cigarrito aqui a fuera para meditar sobre esto jaja.
Chido

[Carlos Castro] dijo...

Gracias por el comentario Gerardo. Pues, aunque la intención no era pedagógica, por lo menos que me sirva a mi para no olvidar que tiene uno el poder de decir "ya no" a ciertas cosas y recuperar lo mejor de otras. Saludos a la familia.